Teoría cultural

Lo pobre lindo.
Las nuevas formas de exclusión social y represión en Argentina.




 
 

Por Fabricio Forastelli.*


Los pobres son representados de modo melodramático o épico, y se asiste a cierto predominio del segundo –aunque recuerda mi amigo Luca que lo trágico y heroico hoy se viven como farsa. Quizás siempre fue así, pero en la Argentina (y en buena parte del mundo donde la pobreza no es una estadística) esta representación depende de otras circunstancias. Para entenderlas con Silvia Delfino del Area Queer de la Universidad de Buenos Aires imaginamos tres puntos.
Por un lado, la pobreza se define por el modo en que la memoria de la dictadura se articula a las configuraciones culturales del presente y a lo específico de la violencia post-default del 2001.


Foto: Pastoral de Los Cartoneros.
"La pobreza disuelve los aparatos costosos de la caridad pública y privada
(salvo la de la religión, que vive de ella)".

Así, mientras en el melodrama los sujetos están presentes en la épica están todos muertos. Por eso es más fácil representar a la pobreza como épica, ya que se trata de idealizar el pasado para conciliar y pacificar en el presente. Ahora bien, esa conciliación épica tiene una serie de problemas, y no es el menor que los sujetos todavía están vivos y trabajando para el gobierno.

De allí que ni la represión ni la pobreza tengan ya el valor enigmático a través del cual la pobreza se mide por su potencial de belleza y de desgracia. Por el contrario, uno se pregunta precisamente si no es en la relación entre injuria y devoción propia de la épica donde el pobre se vuelve peligroso: como en el caso de los judíos durante el nazismo, el problema no consiste solamente en la facilidad y rapidez con que se los podía matar, sino en cuántos iban a sobrevivir en los cálculos más pesimistas. No sé cómo será en el resto del mundo civilizado pero aquí en Inglaterra a los pobres se los engorda, se los declara irresponsables y después se los pone en una silla de ruedas a hacer cola ante los servicios públicos. Igual morirse de pobre debido a indigestión no deja de ser interesante si uno piensa que antes se morían de clase social.
El segundo momento consiste en indicar que la represión en democracia en los últimos años produjo obstáculos para analizar las luchas y la represión durante la dictadura. Esto es un problema porque como nunca hubo justicia aparece un núcleo traumático e ilegible, que no sólo entorpece las propias políticas gubernamentales de pacificación, sino que además las vuelve impracticables. La pobreza es herencia de la represión en la dictadura ya que sus efectos económicos y políticos se perpetúan en las formas de normalización estatal, resistencia y protesta civil de hoy. Así existe lo pobre lindo, purificado, que continúa una tendencia del sainete argentino. Enfrente a esta codificación honorífica de la pobreza que los social-demócratas adoran está lo pobre no estilizado, antes peronista ahora piquetero, gay o comunista, que es lo que sufre la represión: se define por exclusión de las nuevas formas de la suntuosidad y por la pregunta ¿cómo hago para soportar lo invivible si cambia de forma y sentido todo el tiempo? La represión así produce pobreza, y no sólo la sanciona, y de este modo se pasa del circuito cultural al de la represión social donde pobre, sucio y abyecto se utilizan para meter a la gente en la cárcel.

El tercer momento es aquel donde lo pobre aparece estilizado desde las políticas de los derechos humanos que idealizan el pasado mientras sostienen la represión en el presente al no cuestionar la democracia represiva. Por cierto esto, para pena de los argentinos que se creen Dios, no corresponde con lo propio nacional, sino que se ve de Iraq a Afganistán o Sudán. La pregunta por supuesto es qué pasa cuándo se afirma, por un lado, que lo pobre es material de la memoria con la que uno trabaja y negocia y sólo es relevante para los ricos o a los que tienen algo que perder mientras, por otro lado, se percibe que en lugares como América Latina lo pobre tiene un carácter social disolvente y corrosivo. La pobreza, para espanto de todos, disuelve precisamente esos aparatos costosos de la caridad pública y privada (salvo la de la religión, que vive de ella) porque no hay modo de que no se vuelva más irritante, violenta y sucia a cada paso; es decir es imposible que los que tienen que solucionarla no se sientan muertos y no piensen desde esa muerte la solución al desastre que ellos mismos crearon. Para los que no lo sepan, la adjudicación del dinero de los derechos civiles usualmente tiene que ver con un complot bien intencionado, pero a la vista, en el que se conspira para dar valor a algo que se defiende pero ha sido declarado poco valioso aunque único. Así lo que preocupa de ciertos sectores de los derechos humanos es cuando se los confunde con las prácticas tilingas que hacen beneficencia mientras en verdad confirman los nuevos ghettos.

Si inmediatamente después de la crisis de diciembre del 2001 los pobres inundaron el espacio social con una visibilidad que era casi única en Argentina , la reaparición del lujo en Buenos Aires expone nuevas condiciones para entender las sutilezas del vínculo entre exclusión social y represión que termina en ghetto.
Imaginen ustedes un escenario que es tanto indigno como sórdido. El acontecimiento se llama Alvear Fashion & Arts, se ubica en la elegante avenida Alvear de Buenos Aires, donde distinguidos artistas argentinos exponen sus obras en las boutiques de las firmas internacionales. Así, por ejemplo, se dice en Clarín que ´Josefina Robirosa no daba abasto con la concurrencia de Armani´ -lo que supongo es una ironía extremadamente mal intencionada, ya que no se sabe bien qué estaba vendiendo Josefina. Lo que da sentido a este esperpento cultural al que asisten ´vecinos, amantes del arte y clientes de las marcas´ es la existencia de una alfombra kilométrica (unas 7 cuadras) que recorre toda la avenida Alvear, roja y de muy buena calidad, real. Me dicen que no había cartoneros, ni pobres, y que el modesto modo de llamar ´vecino´ a alguien que vive en la Alvear no es mucho más que un eufemismo. Y me pregunto ¿cómo es posible que no llegaran los cartoneros, si están en todas partes, y la Alvear debe ser un hot spot para su trabajo de recolección y una tentación muy grande para hacer un poco de bochinche? Un conocido me dice que es muy simple, que el lujo es tal que encandila y los pobres ya no van. Un lujo como ese (en el que los más pobres son los guardaespaldas) produce una serie de barreras invisibles, e inscribe una zona en la que ya no se puede actuar sin antifaz aunque no se puede andar todo el tiempo poniéndose y sacándose el disfraz de rico. El ghetto ya no es excluyente ni necesariamente un sistema racional. Pienso en algo que decía Primo Levi sobre la llegada a los campos de concentración: que la vida o la muerte no siempre se mostraba como parte de un cálculo racional, sino que a veces dependía del lado en que uno se bajaba del vagón.

Así, la vida individual no sólo se vuelve impredecible, sino además insoportable porque uno puede aguantar el azar sólo en lo que tiene de impredecible, no en lo que tiene de sistemático. Para la información del lector, los organizadores van a cortar la alfombra y a distribuirla por iglesias y sinagogas del interior, para usarla en los casamientos de la gente pobre. No sin malicia imagino que hacer la historia de la relación entre pobreza y represión en Argentina no es tan distinto de hacer la historia que hace posible la represión hoy en Europa. Dejo al criterio del lector imaginar esos motivos.

Avenida Alvear:
Alvear Fashion & Arts
Lo lindo pobre se ha dislocado completamente, y ciertamente hoy tenemos la pobreza sin lo lindo. Construido en las primeras décadas del siglo XX para negociar y pacificar conciencias frente a la activación política, social y económica del populacho, lo pobre lindo carecía de cualquier tipo de referencia a la peligrosidad y al complot como secretos; alisaba ese revés de lo conocido que se formaba con la disolución del confín de la ciudad y la sociedad tradicional;celebraba la emergencia de la orilla o el arrabal. Borges lo describió así alguna vez: ´La calle era de casas bajas, y aunque su primera significación fuera de pobreza, la segunda era ciertamente de dicha.

Era de lo más pobre y de lo más lindo´. Imaginen que esto no es solamente parte de una idea de lo lindo, sino que revistió el orden social de la pobreza por unas cuantas décadas, ordenando acciones sobre él, indicando los niveles de corrupción, de negociación y también de represión apropiados, que son los materiales tanto de las novelas de Bernardo Verbitsky como de Roberto Walsh o Haroldo Conti.
Por supuesto, lo injurioso no es que uno pueda encontrar alguna felicidad en la pobreza, sino que se la utilice para seguir extrayendo de ella todo tipo de beneficios.
Después de todo, los lectores recordarán que una de las campañas ganadoras de Carlos Menem a comienzos de los 90 fue bajo el lema ´por los niños pobres que tienen hambre, por los niños ricos que tienen tristeza´; el que inventó el lema es un genio porque no sólo le dio al público argentino, tan afecto a la farsa y a la injuria, algo para divertirse, sino que además cruzó los estilemas que definían la memoria cultural de la pobreza con el melodrama nacional de la política: entonces el gobierno se llenó de gente que 20 años antes se hubiera matado entre sí sin pensarlo dos veces.


El concepto de lo pobre lindo es político, entonces, porque a través de él podemos explorar las transacciones en la economía del arte en unos términos que harían temblar de espanto a la tradición alemana. No que uno encuentre ningún placer excepcional en espantar a la Kulturkritik germánica (después de todo medio Buenos Aires vive de su generosidad) sino que es sabido que el Geist cultural en Argentina no produjo a Schopenhauer y a Goethe sino a Alejandro Korn y a Manuel Mujica Láinez, lo que explica no que la cultura argentina sea bárbara, sino por qué resulta tan difícil vincular el valor de lo pobre con el ocio lector de la clase media y sus alfombras rojas.
Así lo pobre lindo está estructurado por dos preguntas ¿a qué se parece lo pobre? y ¿cómo organiza su economía política nuestra comprensión tanto de lo que es lindo como de lo que no lo es? Lo fascinante es pensar que pueda haber algo de amor al arte en la experiencia del Alvear Fashion & Arts, en el que la alta burguesía (un año atrás muerta de paranoia por los secuestros) ahora se pasea oronda inscribiendo sobre la piel de la ciudad un tatuaje que produce la industria del secuestro, mientras los piqueteros la ignoran hasta la próxima deluge. Sabemos que como cuenta la comedia social inglesa post-Thatcher, los momentos de incertidumbre económica y de política internacional se traducen como cruzada interna de Ley y Orden contra una opacidad que se identifica con todo aquello que no se puede convertir en control social. Porque el discurso por el que se transforma la crisis económica en crisis del orden social no se hace sin violencia. Lo pobre lindo explora qué tipo de violencia está inscripto en un concepto de orden que propone que pueda haber alguna belleza en una alfombra roja. Alfombra que confirma una separación injuriosa entre lo valioso y la vida, para justificar el desinterés por el modo en que los pobres se mueren sin abrazar otra cosa que la probable dentadura postiza que el Estado les va a regalar cuando se avive de que la falta de dientes sólo les aumenta el hambre.

*Fabricio Forastelli es profesor e investigador en teoría cultural y literatura latinoamericana en el Reino Unido.